1. Adiós, amado mío.
Pienso en ti de noche y de día.
Mirando hacia el infinito
durante las noches largas pienso
en este amor profundo
que llevo dentro de mi
para darte a ti.
Pienso en tus besos, en tus pasiones,
en lo que quedara vivo dentro de mi.
2. - Rechazo al Neoclasicismo: Fente al escrupuloso rigor y orden con que, en el siglo XVIII, se observaron las reglas, los escritores románticos combinan los géneros y versos de distintas medidas, a veces mezclando el verso y la prosa; en el teatro se desprecia la regla de las tres unidades( lugar, espacio y tiempo) y alternan lo cómico con lo dramático.
- Subjetivismo: Sea cual sea el género de la obra, el alma exaltada del autor vierte en ella todos sus sentimientos de insatisfación ante un mundo que limita el freno de sus ansias, tanto en el amor, como en la sociedad, el patriotismo, etc. Hacen que la naturaleza se fusione con estado de ánimo y que se muestre melancólica, tétrica, misteriosa, oscura... a diferencia de los neoclásicos, que apenas mostraban interés por el paisaje. Los anhelos de amor apasionado, ansia de felicidad y posesión de lo infinito causan en el romántico un desazón, una inmensa decepción que en ocasiones les lleva al suicidio, como en el caso de Mariano José de Larra.
- Atracción por lo nocturno y misterioso: Los románticos situán sus sentimientos dolientes y defraudados en lugares defraudados en lugares misteriosos o melancólicos, como ruinas, bosques, cementerios...De la misma manera que sienten atracción hacia lo sobrenatural, aquello que escapa a cualquier lógica, como los milagros, apariciones, visiones de ultratumba, lo diabólico y brujeril...
- Fuga del mundo que los rodea: El rechazo de la sociedad burguesa en la que les ha tocado vivir, lleva al romántic, a evadirse de sus circunstàncias, imaginando épocas pasadas en la que sus ideales prevalecían sobre los demás o inspirándose en lo éxotico.
RIMA LIII Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
¡esas... no volverán!.
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
¡esas... no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...; desengáñate,
¡así... no te querrán!
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